El voto neuquino (II)
El escenario de desdoblamiento récord de elecciones provinciales expresa la toma de distancia de los oficialismos locales respecto a la carrera presidencial. En lugar del calendario electoral unificado que proponía Cambiemos, el país enfrenta una serie de competencias en las que resultados favorables o adversos para los representantes de los distintos armados presidenciales se leerán, respectivamente, como incrementando o reduciendo las chances de éstos en las elecciones nacionales.
Con el triunfo de su candidato en las elecciones de gobernador, el Movimiento Popular Neuquino (MPN) se reafirma como principal fuerza política en la provincia y hasta ahora único ganador en esa sucesión de disputas territoriales. Como cultivador de un perfil autónomo, cabe preguntarse en este contexto cuál será su estrategia en la carrera presidencial.
Como partido provincial, vedado de postular por sí solo a la primera magistratura, tiene tres alternativas en función de la oferta electoral: conformar una alianza de distrito encuadrada bajo una fórmula presidencial, adherir sus listas propias de legisladores a una fórmula presidencial, o presentarlas como «lista corta», es decir sin el tramo de Presidente y Vice.
En efecto, antes la elección indirecta permitía al MPN presentar una oferta nacional completa, con nómina propia para el Colegio Electoral junto a sus listas para el Congreso. Ahora que la elección presidencial es directa, solo puede aspirar a presentarse en esa competencia integrando un armado nacional o individualmente como “colectora” de alguna fórmula.
De las veces que Neuquén eligió legisladores nacionales y presidente en la misma fecha, el MPN apoyó la reelección de Carlos Menem en 1995, se presentó con su propio postulante Jorge Sobisch en 2007, adhirió a la boleta de Cristina Fernández de Kirchner en 2011 y finalmente en 2015 se presentó con «lista corta», sin tramo presidencial. Esta última fue la única elección en su más de medio siglo de historia que el MPN no consiguió ninguna banca.
Esto señala que la lista corta no es la mejor opción y que el MPN deberá evaluar seriamente un alineamiento nacional. También sugiere que en ausencia de un presidenciable propio, lo mejor es subirse al carro ganador.
Sin embargo, esta vez la incertidumbre respecto al ganador es mucho más alta y las opciones disponibles tampoco son intercambiables. Apoyar a Cambiemos sería coherente con la conformidad histórica del MPN con los oficialismos nacionales. Optar por el cristinismo, por su parte, implicaría quebrar esa tradición pero al mismo tiempo explotar la alta imagen negativa del presidente en el distrito. El otro contendiente, el embrionario peronismo alternativo, no resulta a priori tan competitivo pero parece ofrecer al MPN más chances de imponer sus propias condiciones.
Otra opción sería no presentarse, o hacerlo en las primarias y no hacerlo en las generales, negociando con los beneficiarios de esta abstención, o incluso poner el aparato territorial “en alquiler”, pero se trata de estrategias derrotistas, solamente aceptables en un contexto de desesperación.
Como fuera, la decisión no puede postergarse más allá del cierre de alianzas nacionales en junio, cuando ya esté definida la suerte de la mitad de los ejecutivos provinciales. El arrastre de categorías en octubre reviste especial importancia para el MPN, ya que se juega su representación en el Senado. El tiempo corre, también para el más exitoso peronismo sin Perón.
Publicado: jueves 28 de marzo de 2019 a las 4:00 pm 
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